Es evidente que a nadie en su sano juicio se le
ocurriría tal despropósito. Y sin embargo, en la, práctica no resulta
infrecuente que las compañías manden a sus empleados, a una “fracción” de
éstos, a reuniones, congresos o conferencias.
Es lo que ocurre, sin ir más lejos, cuando
aplicamos la política de ahorrarnos la noche de hotel, para tomar el primer vuelo de la mañana, sin considerar la naturaleza de la reunión o las circunstancias
particulares del viajero. Todo parece impecable sobre el papel, pero sin
duda puede carecer de sentido cuando la reunión que nos espera es crítica para
nuestro negocio, y cuando por ejemplo, la distancia que separa el domicilio de
nuestro viajero del aeropuerto de origen, obliga a éste a levantarse a las 4 de
la madrugada.
¿O es que alguien piensa realmente que nuestros
ejecutivos están en plenitud de condiciones y facultades con la mitad de horas
de sueño recomendadas? Para nada. Para rendir al máximo las personas
necesitamos nuestra dosis diaria de sueño reparador.
Al margen de los argumentos de sentido común que
avalan tal afirmación, vamos a intentar aportar un par de datos para convencer
a los más reticentes a flexibilizar la política de viajes, cuando la situación
lo requiere:
- 1. Menor rendimiento – las diferencias en el rendimiento en términos de productividad producidas por la reducción de las horas de sueño necesarias o por déficit de “sueño reparador” se estiman en 2.500 $ por empleado y en más de 3.150 $, en casos de trastornos más severos del sueño. Estas cifras no incluyen los costes derivados, en su caso, del absentismo laboral.
- 2. Tiempo perdido – en el caso de los viajes, la falta de descanso es un coste oculto, cuyo valor debemos computar en función del coste/hora del empleado.
- 3. Efectos sobre el humor y el comportamiento – irritabilidad, cambios de humor repentinos, causados en el córtex prefrontal, responsable del comportamiento cognitivo, la toma de decisiones y el control del comportamiento social y emocional.…
- 4. Efectos sobre la salud – el 80% de las personas con menores niveles de sueño profundo tienen mayor tendencia a desarrollar hipertensión arterial y problemas vasculares.
Las evidencias científicas acerca de los efectos de
la mala calidad del sueño en las personas son muy numerosas. En el caso de la
relación del sueño y el rendimiento en el trabajo se conocen desde los años 30
del siglo pasado, cuando Nathaniel Kleitman descubrió que los patrones de la
rapidez y eficacia cognitiva disminuían a primera hora de la mañana y a última
hora de la noche, incluso en el caso de individuos que hubieran descansado
suficientemente. Estas fluctuaciones eran todavía mayores y confirmaron efectos
negativos en el estado de ánimo/humor, capacidad de centrarse y de desarrollar
tareas cognitivas superiores, en los supuestos de déficit de sueño. De hecho,
en el ámbito profesional, está totalmente asumido de modo generalizado que la
falta de sueño es un factor que incrementa la ratio de errores y accidentes
laborales.
Siendo así, ¿no deberíamos aplicar esa misma lógica
a los viajes y desplazamientos por motivos laborales? ¿Qué riesgos económicos y
laborales estamos asumiendo? ¿Cuál es el lucro cesante de la empresa derivado de una mala gestión del viaje o de un "ahorro" de un centenar de euros?
Descansar bien es fundamental para estar despierto, para centrarse mejor, contar con la actitud adecuada y para gozar de plenitud de facultades.
No mande a medio empleado a las reuniones. Recuerde: lo barato sale caro.
Marcel Forns (c). GEBTA 2016
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