Dicen los filólogos, entre los que me encuentro, que los usos lingüísticos determinan en gran medida nuestra percepción de la realidad, incluso de realidades absolutamente objetivas. Así los inuit y otros pueblos hiperbóreos, habitantes del blanco ártico, son capaces de diferenciar e incluir en su léxico habitual múltiples palabras para definir las tonalidades del blanco o de la nieve y sin embargo algunos de estos pueblos utilizan el mismo término para nuestros colores azul o verde, tonalidades tan extrañas en su mundo que ni el ojo ni el cerebro ni su lengua es capaz de separar.
Al hilo de esta reflexión, se me vino a la cabeza el término “Política de viajes”, un best seller lingüístico para cualquiera de los que trabajamos en el sector del Business Travel.
En estos últimos años nos hemos empeñado en defender que el viajero está pasando a ser la clave de los viajes de empresa y con él, temas como la seguridad en los desplazamientos profesionales. Llevamos tiempo hablando de evitar la fricción a los viajeros de negocios buscando optimizar la rentabilidad del propio viaje o lo que es lo mismo el ROI para la empresa, y no solo el ahorro de costes para el departamento de viajes. Hablamos de sostenibilidad ambiental y personal del viaje profesional, y otras muchas palabras bonitas en torno a los desplazamientos profesionales.
Si las palabras son un fiel reflejo de la realidad, habría que decir que seguir hablando de “políticas de viaje” es una forma de reconocer que NO nos creemos todavía demasiado eso de la centralidad del viajero en las políticas de desplazamientos profesionales. Empezaré a creérmelo el día en que en nuestro sector el término utilizado sea “políticas del viajero”.
¿Un cambio de palabra puede ser un pequeño resorte para sacar la cabeza de la caja y empezar a pensar de otra forma?
(c) Alicia Estrada. GEBTA. 2019.